La psicología biológica y emocional de los eneatipos por Liliana Atz

La adquisición de conciencia de uno mismo y el control de las propias emociones, como veremos en este curso, son la base de la salud holística del cuerpo, la mente y el espíritu.

Por ello, para comprender mejor la EnneaMediCina, considero esencial conocer los fundamentos sobre los que se asienta.

Por ello, iniciaremos una aproximación en pequeños pasos, comenzando por el estudio del Eneagrama, a la luz de los descubrimientos de la ciencia occidental.

Más allá de todas las posibles diferencias individuales, el Eneagrama permite identificar las principales inclinaciones de carácter del individuo, sus ideas del mundo y sus “vocaciones”, permitiéndole ampliar sus posibilidades de autocomprensión y de modificación interior, que, como veremos, influyen en la salud en un sentido global.

Los nueve tipos de carácter del Eneagrama, se reúnen en tres centros, que corresponden a los “tres cerebros” básicos:

1.Instinto (vientre): 8, 9, 1;

2.Emociones (corazón): 2, 3, 4;

3.Razonamiento (cabeza): 5, 6, 7.

Cada centro se caracteriza por una emoción común, que influye en la forma de ser y de relacionarse de los eneatipos individuales.

Es bien sabido que ya en el periodo de gestación, el feto desarrolla su propia identidad subjetiva. Como señala el psiquiatra canadiense Thomas Verny, la experiencia del embrión dentro del útero representa su primer contacto con el mundo, un contacto que influirá profundamente en la formación de su futura personalidad.
Dentro del mapa eneagramático, cada tipología representa una estrategia de defensa específica, que el recién nacido utiliza en su proceso de adaptación a la dinámica relacional que se entabla en el entorno familiar.

Con referencia a la combinación específica de genotipo y fenotipo habrá, por lo tanto, una colocación básica en uno de los tres centros y tres eneatipos del Eneagrama.

Se trata de estrategias que el niño percibe como pautas de comportamiento eficaces, adecuadas tanto para su supervivencia como para obtener afecto y atención.

Estas huellas se fijan en su psique e influyen en su comportamiento, incluso de adulto.

El centro instintivo: eneatipos 8, 9, 1.

En el lactante, las primeras zonas cerebrales que alcanzan su pleno desarrollo son el tronco encefálico y el mesencéfalo, que regulan funciones corporales esenciales para la supervivencia, como la respiración, la digestión, la excreción y la termorregulación.

Por tanto, como el cerebro del lactante aún no está completamente formado, lo que el niño percibe en sus primeros años de vida se registra en el “cerebro instintivo”, el más visceral de los tres centros y el punto focal del bienestar psicofísico del individuo.

Más tarde se desarrollan el sistema límbico, que gestiona el aspecto emocional de la persona, y el neocórtex, que permite el pensamiento abstracto.

El crecimiento de cada región cerebral y las funciones vinculadas a ellas dependen en gran medida de la estimulación que recibe el “hombrecito”, ya desde la gestación y, por tanto, de la posibilidad de crear nuevas conexiones entre las neuronas; las experiencias positivas, más que las negativas, favorecen el crecimiento y el desarrollo armoniosos del individuo.

La forma en que se desarrolla el cerebro determina las capacidades cognitivas, afectivas y sociales de una persona, así como su predisposición a padecer enfermedades físicas o mentales.

Diversos estudios demuestran que los niños que son escuchados, acariciados, apoyados y animados muestran una mayor actividad cerebral (medida por electroencefalograma), así como niveles más bajos de cortisol, la hormona del estrés, y niveles adecuados de Igf-1, una hormona que desempeña un papel importante en los procesos de crecimiento.

Otros estudios confirman cómo la ansiedad y la tensión afectan a la función del intestino, el “segundo cerebro”, con importantes repercusiones en el funcionamiento de todo el organismo. El Dr. Gershon, de la Universidad de Columbia, afirma que “el intestino ayuda a fijar los recuerdos relacionados con las emociones, desempeñando un papel clave en la señalización de la alegría o el dolor”.

En el intestino, por tanto, se localiza un cerebro que asimila y digiere no sólo los alimentos, sino también la información y las emociones que llegan del exterior (continúa….).

Bibliografía:

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Teicher MD (2000): Wounds that time wont’heal: the neurobiology of chikd abuse. Cerebrum: The Dana Forum on brain science, 2(4), 50-67.

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