La danza Yin/Yang de la vida

por Liliana Atz

El Tao o Dao, la “Vía, el Camino” es uno de los símbolos más universalmente conocidos. Para los taoístas, el Tao es el símbolo del Universo mismo, ese flujo vital que dio origen a todo y fluye incesantemente, siempre cambiando, pero siempre permaneciendo igual.

El Tao simboliza el concepto cíclico de la existencia; todo en el universo se manifiesta en un movimiento espiral que, habiendo alcanzado su máxima expansión, retrocede para manifestarse en el polo opuesto, en un movimiento perpetuo de expansión y contracción.

Asociada al Tao está la concepción del Yin y el Yang, los opuestos complementarios que mantienen el orden natural del Tao: el Yin es el principio femenino, acogedor, pasivo y oscuro, y el Yang el principio masculino, activo, luminoso y en movimiento.

Wuji es el nombre utilizado en la cosmología taoísta para indicar la energía en estado puro, ese estado anterior a la manifestación, donde el espacio y el tiempo no existen, donde todo sigue siendo posible.

Cuando esta energía aún no manifestada comienza a moverse, aparece la primera polarización. Se entra en el mundo de la dualidad, en el Tai Chi, representado por el Tao con sus dos polos: el Yin y el Yang.

Estos son los principios del Tai Chi Chuan, la antigua disciplina psicofísica, emocional y espiritual que, a través de los movimientos precisos de sus formas, representa el movimiento eterno del Tao.

De la unión de lo informe (Wuji) representado por las energías hereditarias del espermatozoide masculino y del óvulo femenino, nace el horizonte energético de un nuevo ser que, con su primer aliento, entra en el mundo de la dualidad (Tai Chi ).

¿Cómo se moverá por la vida, cómo danzará su Tao entre el Yin y el Yang?

¿En qué medida el entorno en el que se desarrolla le condicionará en sus elecciones y en su autopercepción?

¿Será demasiado Yin, pasivo, sumiso, obediente, tenderá a no decidir y a dejarse llevar por los acontecimientos, o será demasiado Yang, masculino, activo, asertivo, parecerá un líder para sí mismo y para los demás?

¿En qué medida estará en armonía con su “Mandato Celestial“? ¿Hasta qué punto será capaz de reconocer y conciliar los impulsos de su Esencia, con el impulso de la Personalidad?

No reconocer o perder el “Mandato Celestial en el propio reino” no trae realización en la Vida.

Desde los malestares emocionales hasta las enfermedades graves, el mensaje de un “Nuevo Nacimiento” está a la espera de hacerse realidad para todos.

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