Cerebro y movimiento

El profesor Carlo Ventura, profesor titular del Departamento de Especialistas, Diagnóstico y Medicina Experimental (DIMES), dice: “No hay ningún fenómeno biológico importante que no sea causado por el movimiento. … Resultó que no hay cambio en la actividad génica que no ocurra sin movimientos del ADN, deformaciones y vibraciones del núcleo y de ese complejo de microfilamentos y microtúbulos que llamamos citoesqueleto.

Los movimientos preceden a los mismos cambios en la función en los diversos niveles celulares. La aplicación de una vibración sonora a una célula o moléculas de señal dentro de una célula puede hacer vibrar estas estructuras, generando cambios en la morfología y la función. Por lo tanto, los sonidos y los movimientos pueden verse como un ‘diálogo molecular’ dentro de las células y los tejidos”.

“Cada vez está más claro – dice el profesor Ventura – que el desarrollo de los sistemas nervioso y cardiovascular se produce a través de una acción coordinada de factores comunes que guían la diferenciación y migración de las futuras células neuronales y cardiovasculares. Investigaciones muy recientes muestran un fuerte paralelismo en el desarrollo de ambos sistemas…..”

Movimiento catalizador de emociones, que estimulan una interacción diferente de los tres cerebros.

Y aquí entra en juego el poder del movimiento Tai Chi Chi Kung, ya que un cuerpo equilibrado es solo la consecuencia lógica de una circulación energética armoniosa.

Justo hoy, un artículo del estudio del Centro Interdepartamental para la Mente / Cerebro de la Universidad de Trento, del cual informamos un extracto, ha logrado resaltar la analogía entre el movimiento físico y abstracto.

Un descubrimiento que también explica la efectividad de las técnicas mnemotécnicas, como loci y mapas conceptuales, utilizadas para aprender y consolidar nombres, fechas, eventos en la memoria.

El paralelismo entre lo que sucede en el mundo físico y en el de las ideas, abre, entre otras cosas, una clave más para interpretar la decadencia física (con la dificultad para orientarse incluso en casa) y cognitiva (con problemas de memoria) que caracterizan a las personas con Alzheimer, que presentan una atrofia de las áreas neuronales responsables de ambas funciones.

“Por primera vez hemos verificado empíricamente esta hipótesis”, subrayan Manuela Piazza y Simone Viganò, respectivamente profesora e investigadora postdoctoral en el Centro Interdepartamental para la Mente / Cerebro de la Universidad de Trento, que escribió el artículo publicado en los últimos días en la revista “Journal of Neuroscience”.

El experimento se llevó a cabo en los laboratorios de neuroimagen funcional del Centro Interdepartamental Mente/Cerebro de la Universidad de Trento. El equipo de investigación pidió a un grupo de participantes que aprendieran a reconocer y nombrar categorías de nuevos objetos, nunca antes vistos, diferentes entre sí por la combinación de dos características, tamaño y frecuencia del sonido producido, construyendo así un nuevo espacio conceptual en dos dimensiones.

Al presentar en secuencia las diferentes palabras y diferentes objetos aprendidos y medir la actividad neuronal a través de imágenes de resonancia magnética funcional, se descubrió que las mismas áreas cerebrales involucradas en la navegación espacial también se activan durante la elaboración de nuevos conceptos. En particular, estas áreas identifican las características necesarias (dirección y distancia) para reconstruir fielmente el “camino” tomado por el pensamiento al pasar de un concepto a otro.

“Estos resultados demuestran que el cerebro humano recicla los mismos códigos neuronales optimizados durante su larga historia evolutiva para navegar por el espacio físico, organizar, en forma de mapas conceptuales espaciales, sus recuerdos y navegar, literalmente, en el espacio de las ideas.

También pueden explicar la efectividad, conocida desde la antigüedad, del uso de soportes espaciales (como la técnica loci o los mapas conceptuales modernos) para aprender y recordar con facilidad.

“Para orientarnos eficazmente en el espacio -aclaran- debemos recordar dónde están los objetos y los puntos de referencia, qué tan lejos están unos de otros y en qué dirección debemos movernos para alcanzarlos.

Esta capacidad se basa en el funcionamiento de ciertas células cerebrales (neuronas, ubicadas en la región del hipocampo y en la corteza prefrontal medial), que se activan cuando estamos en posiciones específicas o nos movemos en ciertas direcciones como una especie de “GPS del cerebro”. Este mismo GPS también nos ayuda a organizar recuerdos y conceptos complejos”.

Fuente: L’Adige de 27.2.2020

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